Siempre en una dicotomía hay
alguien que sale ganando, no en términos resultadistas, ni siquiera económicos, sino más bien de nivelación o de emparejamiento.
Siempre hay algo que se pone a la altura de un supuesto similar. Pero si
efectivamente hubiese dos lados idénticos, dos realidades, dos mundos, dos iguales… si realmente así fuera,
yo sé de qué lado quiero estar. Pero no es así, acá hay una falsa dicotomía.
Hay quienes tuvieron la suerte, o la desgracia de
empezar a analizar cuestiones políticas, en momentos en que el
individualismo y el mirarse el ombligo dominaban la esfera pública y política. Como
afirmara un anarquista, desde la cárcel, el pensamiento hegemónico de entonces nos
marcaba y nos enmascaraba bajo el incontrastable enunciado de las libertades,
que lo importante tenía que ver conmigo, que todos tenemos las mismas
oportunidades, el acento puesto en el yo. Si pensara que esto es una dicotomía,
diría que hay quienes, en tiempos lejanos, siguen respetando esos patrones. Pero
insisto, es una falsa dicotomía.
La demonización de la política ya
no es pensamiento dominante por estas latitudes, entendimos que las cosas se
cambian con políticas, aquel analfabeto político de Bertolt Brecht, ya no se
enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. Entendimos que
para debatir se debe tener argumentos, y la discusión es si mi política traerá
mejores resultados que la tuya, el debate ya no es política vs. no política,
eso es una falsa dicotomía, y una batalla ganada. Recordemos que ante la
igualdad en una dicotomía, hay una parte que se queda con algo que no le
corresponde.
Pero si finalmente esto fuese
una dicotomía, yo sé de qué lado quiero estar. De aquellos que demuestran todos
los días argumentos en sus discursos, de aquellos que respetan a las mujeres,
de los que privilegian el bienestar social de los que se ven menos beneficiados
por el sistema; porque no jodamos muchachos, tengamos una mirada honesta para
con nosotros mismos, una responsabilidad social y, por qué no, también un poco de vergüenza, para
aceptar que somos los beneficiados del Sistema.
Todos los días admiro y aprendo
algo de aquellos que conforman sus discursos desde el pensamiento, el intelecto,
estos que respetan a las minorías, que se respetan a ellos mismos. Que a la hora de abrir la boca realizan un esfuerzo intelectual, porque a ellos, como a quien les habla,
no les sobra nada. Nadie los obligó a instruirse, y nadie les regaló becas en
ninguna universidad. Y hablo de aquellos que tienen la responsabilidad diaria
de enfrentarse a un micrófono, pero sobre todo hablo de aquellos
que todos los días tienen la capacidad de enseñar algo en el bar, en el café,
en la facultad, o mas no sea en el Facebook. Sépanlo, los admiro. Pero esto no
es una dicotomía, así que no me pondré de vuestro lado.
Y si de políticas hablamos,
porque no nos perdamos en vestimentas, formas de ser, actitudes; esto es
Política. También admiro a aquellos que pusieron en discusión conceptos que
otrora siquiera soñábamos. Por suerte o por esfuerzo, aún tengo memoria, aquella
que me recuerda que las Universidades públicas se cerraban, no que se abrían nuevas;
que la deuda externa crecía, no se cancelaba; que mi anhelada Ley de Medios era
utopía, no realidad; que los tratados de libre comercio con los EEUU se
firmaban en hermosas oficinas, y no se le decía en la cara que no vengan a
patotearnos; que las matrículas escolares se caían, y no crecían de manera
exponencial.
Tampoco me olvido que podía
cruzarme con aquel que torturó y mató a otro por pensar
distinto; y que veía la cifra de 53% de pobres en los noticieros, cuando hoy nos horrorizamos si el desempleo pasa del 7% al 8%. Hubiera sido una estupidez pensar en un
seguro social para desempleados, embarazadas, y demás. Cuesta olvidarme de la
Corte Adicta, que fallaba siempre en favor de los poderosos… porque como dice
un amigo, la Justicia es como las víboras, muerde siempre a los descalzos; difícil
pensar que dos veces al año se aumentara la jubilación, aquella que pertenecía a las multinacionales.
Si esto fuera una dicotomía, yo
me pondría del lado de los que disfrutan, reconocen y agradecen; también de los
que tienen calurosas discusiones por entender qué se puede mejorar; del lado de
los que dedican su vida a poner los pies en el barro, y de los que si salen del
país, que son muchos, cuando vuelven piensan que es hermoso vivir
acá. Pero esto no es una dicotomía, no es cierto que exista un sector que hable
desde el odio y el rencor que implica perder privilegios conseguidos durante
décadas, y no puedan sacar la vista de su propio ombligo, en pos de ver mejor a
otros.
Wikipedia dice que una dicotomía
es una subdivisión, que desmembra o disecta el área de un objeto en exáctamente
dos áreas. ¿Exactamente dos áreas? Esto Implicaría pensar que un grupo de
empresarios que buscan un rédito económico para sus empresas, sería lo mismo
que otro grupo de personas que hacen políticas públicas. Pondría al mismo nivel
a una persona que estudia, argumenta y hace buen uso del lenguaje, que otra que
no mastica lo que dice, agravia al prójimo, insulta, le desea la muerte y se dirige
con odio. También asimilaría a aquellos que se alegran más por evadir
el impuesto a las ganancias, con estos otros que se contentan tan sólo con asistir
a la creación de una universidad. Y ni que hablar de aquellos que se encargan
de difamar a quién lucha contra la trata, de quien le extiende una mano.
Pero sin duda, esto no es una
dicotomía; y sólo me resta agradecer, a los que se esforzaron por tener una
década ganada, a mi único héroe, y sobre todo a los que admiro, porque me enseñan
algo todos los días, me hacen pensar, reflexionar, a ellos los considero mis
amigos. Pero estoy seguro que esto no es una dicotomía, porque la dicotomía se
encarga de emparentar cuestiones desparejas, disímiles, distantes. De todas
formas, mas no sea de forma lúdica, puedo pensar de qué lado ponerme, no sea
cosa que algún día todo vuelva a ser lo mismo.
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(-.lic.lobo.-)
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(-.lic.lobo.-)